domingo, 3 de enero de 2010

Por la calle

Calor, sudores.
La joven se aleja del quiosco de helados, mientras se lleva a la boca un polo de naranja. Camina resuelta con la manga corta de su camisa vacía. Es manca.

Calor, asfixia, sopor.
El viento agita e hincha los plásticos azulones del edificio en obras, y la polvareda se adueña de la calle. En la acera él y ella, perezosos, siguen camelándose.

Calor, pesadez, apatía.
Junto a las cajas de fruta, sentada en el bordillo, una niña dibuja mares con olas.

Calor, agobio, hedor.
El hombre de amarillo se me queda mirando con exquisitez. Luego empuja de nuevo el contenedor, entretanto yo, con un ramo de flores frescas, sonrío desde la parada del autobús.

De Apuntes de un verano

Marina Caballero

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