jueves, 7 de enero de 2010


En el libro abierto,
alivio o delicia de dos seres...


Tan sólo reflejos que esmalta la lluvia en las aceras…
En esta noche de desconcierto,
cercano está el poeta que ya no existe
en su realidad de carne y de hábitos.
Él se acuesta a mi lado y me susurra
la belleza que se encontró en su tiempo:
La charla queda de las miradas,
recorrido de los grandes jardines siempre lozanos;
el paso lento de labio a labio,
romería con perfumes que se entrelazan;
la emoción sin lágrima en dos pieles juntas,
retorno de aves a tierras de sol...
Y así mi espera se vuelve crédula.
Transijo con la antipatía de los momentos.

Del poemario Desde la quietud

Marina Caballero

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