sábado, 5 de diciembre de 2009

En el Levante, esos pueblos pintorescos que recrean los poetas...


"Caminé paso a paso por las calles de Altea
y sentí el aroma del mar… muy cerca… muy cerca."
Del poemario A la deriva, de Araceli Sagüillo


Contigo, de tus palabras, regreso al verano de la costa y a las vacaciones en el puerto. Ahora quién se acuerda de un reloj. Ya sólo la luz, las campanas, el silencio o unas pisadas llaman a costumbres como levantarse, comer, ir a la playa, acostarse.
Te imagino con el bolígrafo o un lápiz en suspenso, porque en poesía es importante lo que se escribe, esa palabra quieta, sola, la pausa incluso. Pero también lo que se calla. Hasta la duda por lo que no se escribió y lo que se siente y queda postergado. Pues también luego late en tu voz firme y honda.
Sí, te imagino entregada, para ti sola, mirando una ola, un horizonte. O aquella algarabía festiva de la calle. Es cuando el ritmo que impone lo cotidiano se rompe. Porque en la vida de todos los días, uno se muere un poco con cada día que acaba.
Ahora contigo sencillamente contemplar. Ese placer ensimismado en ver cómo el mar se mueve, su cadencia; o cómo una roca perdura. Aquietarse en un espacio donde todo se nos ofrece: Sol, brisa, el rumor del oleaje. O casas blancas y flores. Y ese banco para reposar sin ninguna prisa.
Creo que la vida se detiene en esos momentos. Pues es como aventurarse en la eternidad.
Quizá las olas que a ti te envuelven no sean las mismas que yo siento. E incluso imagine un paisaje diferente. Pero eso poco importa. Tus palabras han sugerido estas otras y también silencios que no escribo. Porque se quedan ahí, sólo para mí misma.


Marina Caballero

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