Ella se mostró al desnudo, inocente y confiada, ante cientos de pares de ojos que la escudriñaban: pupilas gélidas, morbosas, circunspectas... Ella
vio que aquellos seres, alineados en sucesivas filas, la escrutaban tras enormes lupas, mientras unos con otros intercambiaban pareceres en un bisbiseo insistente; y a intervalos, todos ellos escribían notas en sus respectivos dosieres, subrayando frases determinantes o esenciales. Llegado el momento final, se fueron levantando uno a uno para emitir el inapelable veredicto.
Horrorizada, ella se desvaneció. El estupor corrió por la sala. Voces. Luces. ¿Qué le había pasado?, se preguntaban. Cuando varios de aquellos seres se acercaron para averiguar lo sucedido, se encontraron con la película aún caliente, velada por completo.
Marina Caballero
Fotografía de Man Ray, 1923.
Horrorizada, ella se desvaneció. El estupor corrió por la sala. Voces. Luces. ¿Qué le había pasado?, se preguntaban. Cuando varios de aquellos seres se acercaron para averiguar lo sucedido, se encontraron con la película aún caliente, velada por completo.
Marina Caballero
Fotografía de Man Ray, 1923.
2 comentarios:
escribes maravillosamente, un placer pasar por aquí.
un saludo.
Aparte de estar muy bien escrito, me ha resultado por demás interesante y original la idea del microcuento.
Saludos.
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