jueves, 18 de noviembre de 2010


¿De naderías?


Miren, ahí viene. Es un conocido, un vecino, un amigo. Y se nos acerca. Pero, ¿por qué de repente agacha la cabeza y, sin mediar saludo, pasa de largo? No es un gesto de cortesía. Entonces, ¿su actitud a qué obedece? ¿Acaso descubre una zanja en el pavimento, tiene miedo a tropezar con un saliente, se cuestiona el buen gusto de las losetas o, ciertamente, llueve y hay charcos? Son posibles razones… A fin de cuentas nimiedades. Como que tal vez contempla su calzado sin lustrar de forma suficiente, o igual va siguiendo su propia sombra que pisotean los zapatos. Convenzámonos. Desvía la mirada pues un sol repentino lo deslumbra y no usa gafas ahumadas. Más aún, ha perdido el portafolios donde llevaba los poderes al notario. Sí, ¿por qué no?, algo serio y trascendente le sucede: Quizás sufre los devaneos de su pareja e inclina con frustración el cuello, o sin duda está abatido tras el funeral del que regresa; a lo peor, las malas artes de un negocio bloquearon sus cuentas en el banco. También, la administración comarcal le ha expropiado unas tierras. Bah, no inventemos. El hecho de cruzarse con la cabeza gacha es mera coincidencia: nuestro amigo se cansó de mirar al frente, a un lado; lo mismo ni nos ve. E incluso puede ser que el hombre quiera pasar desapercibido a ver si cuela. Hay que disculparlo. Sencillamente huye a coger el autobús, ¿se teme una posible verborrea?; o tiene cabreo y no está para nadie. ¡Ay! Admitámoslo. En realidad, no nos quiere saludar y opta por ocultar el rostro. A buen seguro, nos ha cogido manía: juzga de oídas, se cree cualquier cotilleo. Por fortuna, no encajamos en su molde: desaprueba tajante vestimenta, gustos e ideas. Pero, ¡acabáramos!, es una represalia. Se venga ofendido por algún equívoco, cierta insensatez, un compromiso a su pesar roto y ese agravio de antaño que aún nos tiene que perdonar.
-¡Adiós!
Ya inútil, camina a lo lejos. Allá él que se pierde nuestro trato. En fin, ven, ¡cuánto tiempo haciendo cábalas, y el encuentro sin saludo, total, ha durado unos segundos!


Marina Caballero

Ilustración: Golconda, 1953. René Magritte. Colección Menil en Houston, Texas.

1 comentario:

Rufino U. Sánchez dijo...

El día que leí el texto no le pude cometar pero que sepas que es uno de los que más me gustan.

Gracias por tu literatura.