martes, 17 de noviembre de 2009


En aquella calleja de un cine olvidado, dos seres perdidos...


Tus manos buscaban mis rincones.
Rincones sin lluvia para el hombre que tenía frío
aun con el abrigo puesto.
¿Ves el hielo que rompe los cristales?
Llegabas casi sin deseo. Los sueños se quedaban en el cine.
Apenas la curiosidad de abrir otra puerta.
Ya no sonaban carruseles.
¿Quién hundió los colores en el fango?
Buscabas mis rincones casi sin adornos.
Maltratados por el tiempo. En abandono.
Con la última verbena
quedó la última bombilla.
También el hueco para guarecer
al único refugiado
al resguardo del viento que soplaba cerca.
Poco importaban los nombres.
Ni había ganas para dichos. Ni sitio para historias
que retienen mejor los panteones.
Mira las sonrisas huecas de un cartel que perdieron su vigencia.
Tú te apretabas contra mis rincones.
Cual lisura de un estreno sin pintadas.
Hacías tuyos sus aromas
arrancando locuras a la noche.
Era la ruta de fuego que incendiaba cada curva hasta el estallido.
Golpeteo de un corazón. Retumba en las ventanas.
Luego venía el silencio
para arropar a la ternura con su capa.
Minutos
que ojalá fueran horas
porque la escarcha cubría ya los tejados.
¿No oyes el despertador? Está rompiendo los sueños...
De pie la ciudad
tenías que marchar.
Olvidando la piel, el sopor.
Con la borrachera en las pisadas.
Y según te ibas,
el tatuaje de tu sombra quedaba en mis rincones.
Aquellos rincones sin lluvia.
Ahora bañados con racimos de soles.


Marina Caballero del Pozo

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