domingo, 27 de diciembre de 2009



La flauta despertó a las piedras.
Son esos plateros, labradores, panaderos de otra época.



A veces yo le pongo imaginación a mi ciudad.
Ella se ensancha y recupera sus quimeras.
Los canalones ya no gotean la lluvia del pasado.
Ni las casas viejas abortan a cada rato su historia.
¿Quién es la niña que colecciona hojas secas sobre ese banco?
¿Quién es aquel gitano que rasguea la guitarra junto a su bebé?
Estoy pisando la sal. Y recojo los pétalos.
También aquella sombrilla que se llevó la riada.
Que ahora se lleve la sangre y los pecados.
Mientras la ciudad calla.
Siempre las piedras tan reacias a mostrar sus emociones.
Abrid los balcones miradas de antes. ¿No veis los mismos cedros?
Y despertad vuestros logros.
Cual frutas que maduraron a su tiempo.
Es ese platero. Esa bordadora. O ese comediante.
Y tantos seres anónimos.
Vivid. Vivid de nuevo.
Hoy mis pasos quieren seguir los vuestros hasta la plaza.
Que se llenen de sentimientos los soportales.
De manos tendidas. Felices comensales de barquillos y acerolas.
Sois mi hermano. Sois mi maestro.
Mientras suenan las bandas de otros siglos.


Marina Caballero
Foto: Acera de San Francisco, junto a la Plaza Mayor (Valladolid)
Se desconoce el autor.

lunes, 14 de diciembre de 2009





“Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad.
Dame la bota, María,
que me voy a emborrachar…”



A quienes asomáis a este pequeño rincón de la web,
os deseo que no os falte el calor del afecto en estos días y en los venideros, cuando las luces de colores se apaguen y retomemos lo cotidiano.
Mas allá de nuestro querer existir, de afanes y zozobras, sigamos teniendo presente que muchos seres, víctimas de la violencia y de la pobreza, necesitan de nuestra mano tendida. Es verdad que las palabras conmueven, pero sólo los hechos resuelven o al menos alivian.

¡Muy feliz 2010!

Texto: Marina Caballero
Foto: Marta Campos

miércoles, 9 de diciembre de 2009





DESDE LA QUIETUD
(2002-2004)
Selección



Estabas tú. Centinela de colinas verdes.

Lo viste bello. Y quisiste el paisaje.
Eran dunas en el amanecer tibio.
Cúspides teñidas de mora o de castaño.
Planicies en calma y laderas queriendo acunarse.
Recodos asentados en una dulce pereza.
Sombras de misterio sobre el valle fértil.
Cómo no llegarse hasta la cueva honda y recorrerla.
Aspiración o embeleso.
Que a tu paso palpitara la tierra
con temblores de fuego y de savia.
Entrañas salvajes atrapando la vida
mientras el tiempo se plegaba inerme.
Luego afuera
el aire en reposo
y tu cuerpo callado sobre un campo de pensamientos.
Ese paisaje era yo.
Al otro lado de un frío cristal. Tu ventana.

…. …. …..

Lo sé.
Mientras tanto,
dibujabas mi perfil desnudo sobre la almohada
.

De mi cama a la tuya,
todo el espacio acharolado de luna.
Toda la espera golpeando cristales.
Pestañas sin sueño,
entre el quebranto y la gloria,
con la imaginación a punto de desbocarse.
Ahora me invento tu casa abierta
para pasar de mis sábanas a las tuyas.
Ese suspiro, esa postura, ese sueño.
Junto a ti recupero a la doncella de quince años que estrena lujuria.
De tu mano juego a la mujer ligera que se abre entre encajes.
Aquellas eran de tus libros. O de tus ganas.
Yo soy de carne
y mi rubor resbala por la colcha.
Desnudaré tu piel vestida de costumbre
con la emoción de caricias nuevas.
Y así los roces.
Y así los besos.
Hasta que... Escucha:
Dejemos delicias pendientes para otra noche de terciopelo,
que ahora
entre mi cama y la tuya
queda una calle quieta sin pasos ni luces
contagiando su frío.

.... …. ….

Y luego ¿qué?
Se quedó sin historia
como rutina de agua.

Ya no palpita el agua del río.
Aquella voluptuosidad de ondas,
tras el arrebato dorado y verde.
Se quedó la historia quieta
como la mía:
Inútiles cartas,
miradas,
dulzuras.
Inútiles angustias,
llamadas,
besos.
Inútiles esperas,
Inútiles sueños.
Quedaron sólo lágrimas colgadas de un puente. También inútiles.
Y la barca anclada en el río.


Marina Caballero
Foto: Andrés P. Llorente

sábado, 5 de diciembre de 2009

En el Levante, esos pueblos pintorescos que recrean los poetas...


"Caminé paso a paso por las calles de Altea
y sentí el aroma del mar… muy cerca… muy cerca."
Del poemario A la deriva, de Araceli Sagüillo


Contigo, de tus palabras, regreso al verano de la costa y a las vacaciones en el puerto. Ahora quién se acuerda de un reloj. Ya sólo la luz, las campanas, el silencio o unas pisadas llaman a costumbres como levantarse, comer, ir a la playa, acostarse.
Te imagino con el bolígrafo o un lápiz en suspenso, porque en poesía es importante lo que se escribe, esa palabra quieta, sola, la pausa incluso. Pero también lo que se calla. Hasta la duda por lo que no se escribió y lo que se siente y queda postergado. Pues también luego late en tu voz firme y honda.
Sí, te imagino entregada, para ti sola, mirando una ola, un horizonte. O aquella algarabía festiva de la calle. Es cuando el ritmo que impone lo cotidiano se rompe. Porque en la vida de todos los días, uno se muere un poco con cada día que acaba.
Ahora contigo sencillamente contemplar. Ese placer ensimismado en ver cómo el mar se mueve, su cadencia; o cómo una roca perdura. Aquietarse en un espacio donde todo se nos ofrece: Sol, brisa, el rumor del oleaje. O casas blancas y flores. Y ese banco para reposar sin ninguna prisa.
Creo que la vida se detiene en esos momentos. Pues es como aventurarse en la eternidad.
Quizá las olas que a ti te envuelven no sean las mismas que yo siento. E incluso imagine un paisaje diferente. Pero eso poco importa. Tus palabras han sugerido estas otras y también silencios que no escribo. Porque se quedan ahí, sólo para mí misma.


Marina Caballero

martes, 1 de diciembre de 2009

Al colectivo BOCALLAVE. Palabra tan sugerente…


Bocallave que atrapa tu fantasía


¿Transitas el pasaje de los breves encuentros?
Encuentros que duelen tanto cuando se gozan.
Cada bocallave exhala el aroma de lo incierto.
Esa penumbra roja donde la piel llora.
Entrega mórbida. Brazo recio.
Es la última travesura.
Dedos que se entrelazan pasajeros.
Sal y almíbar en la boca...

Cada puerta cierra una despedida.
El gesto en el aire. Pronto o nunca.
Que tu ansia no la encojan los celos.


Marina Caballero
A Teresa Morán
(habla su espíritu a través de los objetos con tizas pastel)


Cuando te ausentas, acaricio el aire.
Y, a veces, he tropezado con otro rostro.


Un corazón en una red.
Una ojera estrangulada.
Dedos entre barrotes.
Pubis partido en dos.
Y tu beso de cometa,
de tréboles o de cascada me llega
no importa seas la chica pintora y no él.
Dando sol a tanto roto que dejó la polvareda
esa noche en que nos entorpecimos los dos.


Marina Caballero
Del poemario Desde la quietud

viernes, 20 de noviembre de 2009

Retrospectiva














CASA DE CERVANTES. VALLADOLID
MAÑANAS DE LA BIBLIOTECA
Programación mayo 2007
12:00 h Domingo 6

PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
Asida al instante de Marina Caballero,
a cargo de Carmen Isabel Santamaría

La primera parte de este libro se titula La niña de cristal. Es la voz de la madre y su recorrido poético por las presencias, también ausencias, de una hija adolescente.

Dos de estas secuencias:

Cuando sucumbes,
acoges los cuidados.
Te vuelves mansa.
Es la era de los mimos, la flauta, tu tarareo.
Y en la pausa
el reloj acompasa tu sueño y mi niebla.
Cuando te vence la vida,
envuelves tus derrotas en el edredón de la infancia, que cobijó juegos,
miedos.
Por fin estás aquí,
y regresa la niña que no te quiere abandonar
(aflora bajo el khol de los ojos)
pese a que tú la rechazas.

... ... ...

Aquel gorrión muerto. O ese gato enfermo.
Te sale al paso el frío de la vida.
Y te encoges.

La segunda parte se titula Cuando la vida regresa: una mujer mayor reconsidera su vida y regresa a instantes que siguen presentes, porque no han sido olvidados; y como de la mano también regresan días, años...

Poema VI

Aquellos meses los vivía a solas.
Y a veces
su dolor de mujer puso tregua a la colada.
Luego el dolor cesó
y las sillas de madera supieron de su espera
mientras la ilusión bordaba y tejía.
Para entonces la ausencia del hombre ya no golpeaba la puerta.
La costumbre le había puesto silencio.

Poema XII

La madre volvería con los años.
Para recordarle el vaso de leche en cada madrugada.
Era cuando la vida se quedaba corta.
Y ella desenvolvía los errores.
Tenían briznas de hierba como lazos
y el papel de seda de una costurera.
Ahora cada cosa o ser se hace oír
en una lenta expiación que no acaba.
Pudo ser otra historia.
Sí, otra vida antes de que llegaran las arrugas.
Pero ¿a qué negar la vieja cosecha?

El libro concluye con De otros días. Son poemillas escritos siguiendo el discurrir natural de las estaciones. Responden a sensaciones mías o reflexiones tan diferentes a lo largo de aquellos días y tan diferentes a lo largo de un solo día.
Algunos de estos breves poemas:

Se apasiona el otoño...
Y me precede una lluvia espesa de hojas
doradas por el último sol.
... ... ...
El ruido acalla
un silencio que delata.
... ... ...
Mujer dormida.
Que retorne la tersura del pétalo.
O envejecerá.

Texto: Marina Caballero
Foto: Ana Barón

martes, 17 de noviembre de 2009


En aquella calleja de un cine olvidado, dos seres perdidos...


Tus manos buscaban mis rincones.
Rincones sin lluvia para el hombre que tenía frío
aun con el abrigo puesto.
¿Ves el hielo que rompe los cristales?
Llegabas casi sin deseo. Los sueños se quedaban en el cine.
Apenas la curiosidad de abrir otra puerta.
Ya no sonaban carruseles.
¿Quién hundió los colores en el fango?
Buscabas mis rincones casi sin adornos.
Maltratados por el tiempo. En abandono.
Con la última verbena
quedó la última bombilla.
También el hueco para guarecer
al único refugiado
al resguardo del viento que soplaba cerca.
Poco importaban los nombres.
Ni había ganas para dichos. Ni sitio para historias
que retienen mejor los panteones.
Mira las sonrisas huecas de un cartel que perdieron su vigencia.
Tú te apretabas contra mis rincones.
Cual lisura de un estreno sin pintadas.
Hacías tuyos sus aromas
arrancando locuras a la noche.
Era la ruta de fuego que incendiaba cada curva hasta el estallido.
Golpeteo de un corazón. Retumba en las ventanas.
Luego venía el silencio
para arropar a la ternura con su capa.
Minutos
que ojalá fueran horas
porque la escarcha cubría ya los tejados.
¿No oyes el despertador? Está rompiendo los sueños...
De pie la ciudad
tenías que marchar.
Olvidando la piel, el sopor.
Con la borrachera en las pisadas.
Y según te ibas,
el tatuaje de tu sombra quedaba en mis rincones.
Aquellos rincones sin lluvia.
Ahora bañados con racimos de soles.


Marina Caballero del Pozo