domingo, 15 de agosto de 2010


El hombre del quiosco






No era un loco dando vueltas en torno a un árbol, aunque yo lo pensé; y no obstante, ¡qué si lo fuera! Como entonces, cuando las tardes sestean y las calles se vacían, el hombre de los periódicos deja su puesto abierto y, allí cerca, camina sobre el césped: tranquilo, parsimonioso, con la cabeza gacha, buscando; buscando piñones bajo un pino en la ciudad. Y entre rato y rato largo encuentra alguno, se lo mete en el bolsillo y sigue a la tarea, echándole paciencia, porque sobra el tiempo o hay que llenarlo; así mañana, pasado también, mientras afuera todo se para, él seguirá entretenido buscando por el mero placer de hacerlo, sin que le importe poco ni mucho encontrar o no; en tanto yo, perpleja por la insignificancia, persigo afanes apurando cada instante, en un voy y vengo que me abruma, al compás de un inflexible tictac.


De Apuntes de un verano. Marina Caballero.
Ilustración: El quiosco, París. Carlo Brancaccio.


Recolectores urbanos:
hoy me uno a vosotros. Dos, tres…, seis piñones crudos. ¡Qué sabrosos!