sábado, 22 de mayo de 2010







Aquel comediante se detuvo en la plaza. Bajo el paraguas con la maleta. Ya no había teatro.
Y se quedó allí quieto, cabizbajo, quizás sin saber hacia dónde tirar.

“En 1744 Antonio Palomino ofrece al Ayuntamiento pagarle 15.000 reales anuales, durante veinte años, a condición de «hacer la casa Teatro de la Comedia en el sitio que llaman las carnicerías». El viejo edificio que se acondiciona era propiedad del Hospicio de los niños expósitos que tenía el usufructo de las comedias desde el siglo XVI. Pero estaba ruinoso y por ello era necesaria su restauración. En 1787, el Diario Pinciano proclama con alborozo que «Valladolid tiene un Teatro de Comedias muy capaz y hermoso». En este teatro Napoleón asistirá a una representación cuando pasó revista a sus tropas en el Campo de Marte.” (Emilio Salcedo, Teatros y espectáculos, del libro Valladolid, imágenes de ayer. Grupo Pinciano, 1985).

El Comediante del escultor Eduardo Cuadrado, situado en la antigua plaza de la Comedia, sigue intemporal lamentando, sin duda, la pérdida de teatros en nuestra ciudad de Valladolid. Pero también convencido de que, en último caso, el escenario está en una esquina, en un pasaje, allá donde el comediante actúe y acuda, al menos, un espectador.
Acerquémonos, pues. Es su mudo semblante quien habla, está representando su propia obra. Y yo me detengo, aunque sea irrelevante desvelar que nací en una casa de interior, casi lindante con el ya olvidado Teatro de la Comedia.

Marina Caballero

miércoles, 12 de mayo de 2010





Esta vez, igual que otras, he disfrutado de su presencia y de nuestros diálogos alargándose como sombras en el atardecer. Luego la charla se prolonga en un bar. Infusiones endulzadas con miel, humo denso y sillas que se estorban. El insidioso olor de los cigarrillos altera los tímidos perfumes de nuestras ropas, mientras conversaciones ajenas entorpecen la propia.
Mi amiga habla de un encuentro y de un desencuentro, del retorno a la soledad y del caos en el alma:

Por las oquedades que dejaron tantas mentiras en mi ánimo,
transita el aire frío del desencanto…

Ella quiere dormir para tener sueños dulces.
Hace frío también fuera. Miro esos huecos oscuros de los coches aparcados en la calle y siento latente el vacío nocturno de muchos individuos, enfilados como objetos por una existencia alienante.

Ilustración: Chop Suey, Edward Hopper. Collection Barney A. Ebsworth.
Del cuadernillo 7 RECOVECOS. Marina Caballero.